El ritual del baño. Una vez más. Es la tercera vez que la acompaño, y claro, no puede ir solo. Es algo que todavía no puedo asimilar. Es esa tendencia de que si ya pueden identificar el color azul ya pueden entonces ir al baño solos y diferenciar idiomas. No. Todavía no.
Lo llevo de la mano: no es que sea una adorada sino que así evito que corra y, por ende, evito también mi eterna corrida por el corredor helado. Y eterno ¿ya dije eso no?
Y el baño nomás. Que frío que está che. Esas baldosas negras y los mosaicos grises que miran todo con cara de pocos amigos. La verdad que pelar raya para postrarse en ese wáter blanco inmaculado y frío como el acero no da. Te saca todo tipo de ganas de evacuar.
Pero él no tiene problema. Sin mi ayuda (esto lo venimos practicando desde abril) se baja el pantalón y hace lo suyo. Yo me hago la disimulada.
El ruido de un zapateo chiquito que entra al baño no disturba, es algo muy común. Después de todo el baño es de las nenas. Después de meditarlo con mis colegas entendimos que la razón por la cual llevamos a los chicos al baño de las nenas es por qué queda más cerca. Fin
Para mi sorpresa – y la del hombrecito que estaba conmigo- la puerta se abre y nos miran unos ojos celestes enoooormes, interminables. Fue en cuestión de segundos: un intercambio de miradas, un arriba abajo, un pensamiento, una sinapsis. Una risa de niña y unos rulos marrones que se mezclan en una frente diminuta, unas manos que se bajan la pollera y las quinientas capas de medias que hay debajo. Unos ojos que miran y comparan. Lo de él, lo mió, lo de él, lo mío.
Una exclamación -¡Pero yo no tengo un panchito!-.
Too much. No estoy para la sexualidad infantil.
Lo llevo de la mano: no es que sea una adorada sino que así evito que corra y, por ende, evito también mi eterna corrida por el corredor helado. Y eterno ¿ya dije eso no?
Y el baño nomás. Que frío que está che. Esas baldosas negras y los mosaicos grises que miran todo con cara de pocos amigos. La verdad que pelar raya para postrarse en ese wáter blanco inmaculado y frío como el acero no da. Te saca todo tipo de ganas de evacuar.
Pero él no tiene problema. Sin mi ayuda (esto lo venimos practicando desde abril) se baja el pantalón y hace lo suyo. Yo me hago la disimulada.
El ruido de un zapateo chiquito que entra al baño no disturba, es algo muy común. Después de todo el baño es de las nenas. Después de meditarlo con mis colegas entendimos que la razón por la cual llevamos a los chicos al baño de las nenas es por qué queda más cerca. Fin
Para mi sorpresa – y la del hombrecito que estaba conmigo- la puerta se abre y nos miran unos ojos celestes enoooormes, interminables. Fue en cuestión de segundos: un intercambio de miradas, un arriba abajo, un pensamiento, una sinapsis. Una risa de niña y unos rulos marrones que se mezclan en una frente diminuta, unas manos que se bajan la pollera y las quinientas capas de medias que hay debajo. Unos ojos que miran y comparan. Lo de él, lo mió, lo de él, lo mío.
Una exclamación -¡Pero yo no tengo un panchito!-.
Too much. No estoy para la sexualidad infantil.
Louise
4 comentarios:
Jaja! Pervertidora! En qué jardín estabas? así no mando a mis hijos, jajaja! (bue...cuando los tenga).
Salú!
"Panchito"...
La vieja y querida mezcla de sexualidad y gastronomía, en favor de las nomenclaturas que sacan de apuros a las madres (o maestras).
Eso, eso: "Panchito". Increíble.
Bueno. No comentarios. Todo un tema llevar a un niño al baño.
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